A veces da un paseo después de dormir un poco la siesta. Este día en concreto hacía sol y una temperatura muy agradable, no en vano era verano. La verdad es que no sale de casa muy a menudo porque siempre tiene algo con qué entretenerse, pero nunca se consideró un ermitaño. Además, Dante disfruta sobremanera cuando se encuentra rodeado de gente. Le encanta observar y ser observado, inventarse historias sobre las personas que tiene delante, por imposibles que puedan parecer. Al fin y al cabo, son inventadas. Podría decirse que su imaginación lo mantiene continuamente entretenido. Quizá sea una de las razones por las que tampoco se le suele ver con sus amigos. Además de ocupados, todos viven sus vidas. Diferente fue en la época del instituto y la universidad, cuando estaban por ahí todo el día atravesados. Pero bueno, el tipo en cuestión no se para gran cosa a pensar en estos detallitos. Él es más de acción, de actuar sin pensar, de… coger su mp3 e irse a tomar cervecitas.
Pues dando un paseo estaba cuando pasó por delante de la tienda. El itinerario no había sido casual, sino premeditado cuidadosamente. En aquella tienda trabajaba una muchacha que lo traía por la calle de la amargura. Y es que le gustaba muchísimo, pero ella… en fin, ni siquiera sabía que Dante existía. Y, puesto que él no era tan triunfador como decía ser… pues ni siquiera se atrevía a darse a conocer.
Por eso la cerveza de aquel día le supo más amarga de lo habitual. Y no fue ni el primer día ni el último. ¡Aaah, las mujeres! ¡Qué hermosas y cuán destructivas!
Nota del “PerpetraTor” (así suena más a peli):
Juro y perjuro que es mentira, pero creedme cuando os digo que, no por ser muy parecida la vida de Dante a la del perpetrador de las historias, ha de ser en realidad la misma. Porque, a fin de cuentas, el tipo no se llama igual. Con eso debería de bastar, ¿no? Es simple coincidencia. Sí, eso, coincidencia, porque claro, sus bárbaros del caos no están tan avanzados en pintura como los míos. Aunque seguramente esta tarde, mientras yo trabajo, él se ponga al día y, por la noche, cuando me enseñe sus avances, serán ligeramente parecidos a los míos. Pero no, él no soy yo, aunque lo conozca. ¿Quizá un alter ego de otro que se parezca a mí? ¿Tal vez un yo de un universo paralelo? Al fin y al cabo, Dante tiene un gusto exquisito para cosas que a mí también me hacen tilín. Tendré que pensar en esto. No vaya a ser que me encuentre escribiendo sobre un yo ultradimensional. Yo, yo, yo…