viernes, 22 de mayo de 2015

Tú no mandas; ellos, sí.

Supongamos un día cualquiera. Y, aunque carezca de importancia para lo que sigue, imaginemos que el sol se ha animado a salir desde bien temprano, con lo que pudiéramos situar la historia en cualquier parte que no sea el Norte. Nunca viajéis al Norte. Nunca hace buen tiempo. Mayormente, incluso llueve. Y es horrible. Cualquier noticia, en cualquier medio, diciendo que suben las temperaturas, o que está para ir a la playa, miente. Esas cosas sólo suceden en la costa mediterránea. O en el Sur. Pasad vuestras vacaciones allí. Creedme, en las regiones septentrionales ya hay gente bastante. A veces, incluso, es una odisea pedir en la barra del bar, así que imaginad si aumenta el aforo. ¡Un sindiós!

A lo que íbamos. En este marco supuestamente idílico nos encontramos en una habitación, prácticamente a oscuras, salvo por los impertinentes rayos lumínicos que entran por las rendijas que dejan las persianas (esto habría que revisarlo, porque no existen persianas que se ajusten completamente, que yo creo que los fabricantes lo hacen a propósito... aunque no sé de qué. Es más, apuntaría a que son unos de los primeros trolls de la Historia moderna). Si uno hubiera permanecido en esa instancia un buen rato, pongamos que espiando, o algo más siniestro e improbable (¿más?), y se hubiera acostumbrado ya a la penumbra, descubriría que allí había dos cuerpos. Aclarado esto, y ya estando todos situados en la escena, comenzamos.

   - Hum... ¿Qué? ¡Hombre, no me jodas! ¿Ya es de día? ¡Madre mía, qué pereza! Pereza... y, ahora que lo pienso, hambre. Y mucha, de hecho. Aunque aquí se está de lujo, todo hay que decirlo. Venga, tampoco vayamos a dramatizar tanto. Puedo aguantar perfectamente un rato más aquí, tranquilamente, y ya tendré tiempo más tarde de satisfacer una de mis grandes pasiones. Je, je, una detrás de otra, por supuesto, qué cosas tengo. Pero bueno, sí que primero me apetece comer.
Pese a que la imagen sí que podía parecer idílica (y no tendría por qué no serlo), el audio ya era otra cosa. Lo normal hubiera sido, tal vez, algo como el "mute" del mando a distancia, pero no. Más bien parecía el monólogo de un jabalí entusiasmado.

   - Bueno, ahora ya sé por qué me he despertado, al menos. Desde luego, alguien debería advertirle de su zoantropía. En fin, lo dicho, un ratito más durmiendo no me hará daño. Ya me ocuparé luego del resto.

Pasado un rato, que no sabría cuantificar, volvió a despertar, ahora con más hambre, pero mantuvo la calma. Por experiencia, sabía que no servía de nada agobiarse en estos casos. La gente tenía otros ritmos de vida, y todo era cuestión de tener paciencia y esperar a que los engranajes del mundo girasen hasta hacer "clic". Su "clic". También es cierto que él no era ningún filósofo, así que, qué demonios, tomó las riendas y se deslizó hasta la chica.

   - Desde luego, a esta tipa le pueden dar las tantas, si no es por mí. Y todos los días le pasa lo mismo. Estoy empezando a pensar de que es masoquista, o algo. Porque siempre con la misma cantinela... En fin, no sé. Le molará, supongo. Pues nada, al lío. Lo que no sé es qué hacer hoy: ¿me tumbo cerca y tiro suavemente de su ropa? ¿Hago algún ruidito? ¿Le doy un manotazo? Je, je, je... ¡Manotazo, manotazo, sin duda! Además mola, porque ni se enfada. Que me lo hicieran a mí. ¡Ja, iban a flipar!

Con paso decidido y la malicia mañanera característica, se acercó a la chica y sonrió. Tal vez no como estamos acostumbrados, quizá de una manera distinta, pero con un poco más de luz se habría podido apreciar.

   - A la de una, a la de dos, y... ¡a la de tres!

Sandriux art&desing
Modelo de reloj animalógico. Dibu de SandriuX art&design

¡Plas! Ni caso, la chica permaneció impasible, a lo suyo, concentrada en el mundo de Morfeo.

   - ¿Cómo? ¿Que no despiertas? Te vas a cagar. ¡Ráfaga de golpes, lluvia de tortas, ventisca de pescozones!

¡Pim, pam, pim, pam, pum! Y aún tardó un rato pero, finalmente, abrió los ojos. Bostezó y murmuró y, cuando se percató de su nuevo estado, sonrió de manera un poco estúpida.

   - ¡Ay, qué tontito él, cómo le gusta despertarme con mimitos! ¡Ven aquí, peludito mío! ¿Dónde está lo más guapo y listo del mundo?

   - En serio, humana, deberías hacértelo mirar. O sea, te acabo de despertar a porrazos porque me aburro y tengo hambre... y aún me haces carantoñas. Es increí... ¡ay, sí, detrás de la oreja, mmm! Te tengo bajo mi más absoluto cont... ¡oh, qué delicia, por favor, me encanta por el cuello también! ¡Bueno, basta ya! ¡Maldita sea, a veces mira que soy débil!

Tan rápido como se quedó quieto para que lo rascasen, se despertó del hechizo y se fue hacia la puerta de la habitación, que estaba cerrada, y empezó a maullar.

   - ¡Abre ya, hostia, que me meo! ¡Y a ver qué me das para el desayuno, que siempre me quieres colar esas bolas chungas que seguramente compraste de oferta y yo quiero el atún que guardas en el otro armario! Que, por cierto, como un día encuentre la manera de entrar en él cuando tú no estés, te llevarás una sorpresa.

Un gato berreando según te acabas de despertar y arañando la puerta no es el mejor comienzo del día que alguien normal pueda tener, aunque todo cambia cuando alguien vive dominado por el hechizo gatuno.

   - ¿Quién quiere salir de la habitación...? Tú quieres salir, ¿eh, peludito? Anda, espera, que te abro la puerta. Mira cómo sabe pedir las cosas, pobre.

Basta un milímetro, a veces parece que menos, para que una criatura felina se pueda colar por la rendija. Eso sí, lo más frecuente tras esta clase de desapariciones suele ser un golpe seco a lo lejos, o de algún objeto rodando.

   - ¡Libertaaa... meca, mira ese cordón de ahí! ¡Y aquella horquilla! ¡Y la caja de cartón! ¡Y la bola de goma! ¡Y... PUUMMM! Miau...

Aunque, una vez pasada esa centésima de segundo durante la que ha transcurrido todo, el mundo vuelve girar a un ritmo normal, la chica ya se ha calzado las zapatillas y sale al baño, y el gato recupera el control y la calma. Más que nada porque no quiere que la humana (en este caso) que le proporciona lo que necesita para vivir crea que es un bicho poseído, si le ve teniendo esos "ataques".

   - Yo no sé si es al despertar, o si es por tener hambre, o qué, pero nada, no hay manera, me dan estos prontos y no puedo parar. Tengo que hablarlo con los chicos de la pandilla, a ver si ellos también les pasa. En fin, ¿por dónde iba? Ah, sí, que tengo hambre. Bueno, primero unos lametones para acicalarme un poco, y luego a la arena. Que esa es otra: a los puñeteros perros les recogen siempre las mierdas, mientras que nosotros tenemos que buscarnos la vida. Luego les sorprende que las tapemos. ¡No te jode, con lo que apesta!

Una vez que la chica hubo salido de hacer lo que sea que hagan las chicas en el baño, se dirigió a la cocina, donde le esperaba el café... y la cara de pena del gato, maullando desde la súplica (aunque las verdaderas intenciones vayan por dentro).

   - ¡Venga, humana, que es para hoy! ¡Ráscame! ¡Y dame de comer! ¡No, dame primero de comer! Bueno... ¡Ah, qué gusto! Está bien , está bien... Por esta vez pase, me comeré las bolas cutres sin protestar mucho. Pero sigue, sigue rascando un poco más... ¡Miau!