Éste ya no es mi sitio. Hace ya tiempo que dejó de serlo, pero ahora forzosamente he de abandonarlo y exiliarme a otro sitio. La excusa que he encontrado, la tengo en el trabajo. Ahora, lo quiera o no, me tengo que ir a otra ciudad más gris, aunque la zona la que me toca conquistar esté un tanto alejada de ese cielo tan extraño y contaminado. Creo, incluso, que está tan alejado que ni el famoso acento o deje en el habla tienen los habitantes de tan alejado extrarradio. Pero será una novedad, así que, como todas las cosas nueva, resultará emocionante y todo un reto.
Éste ya no es mi sitio. Hace ya tiempo que dejó de serlo, pero entonces y ahora sabía que no iba a importarme marchar, porque era consciente de que las raíces las tenía cortadas y nadie me ataba a este lugar, excepto los evidentes, que no son otros que mis tan extravagantes progenitores, con quienes estoy tan unido por montones de motivos que nadie conoce, aunque los importantes resulten evidentes. Pero ése es otro ingrediente que ahora no interviene en el cóctel.
Éste ya no volverá a ser mi sitio. Al menos, en unos años, si todo marcha bien y los engranajes están bien engrasados, la recámara aceitada y la estopinera ajustada. Por el freno de boca saldrá el proyectil a cerca de novecientos metros por segundo y no se detendrá a mirar atrás, porque la gente ya se ha encargado por mí de que eso no se me pase por la cabeza. Y siempre he dado mil oportunidades, mejillas ya no me quedan más para poner…
Éste ya no es mi sitio, y he de agradecer a toda la gente que he ido conociendo que me faciliten el viaje. ¿Quién les iba a decir que de esta manera, al final, me iban a servir para algo?
Sé que muchas veces he tenido yo la culpa, pero eso es algo que inevitablemente sucede cuando egoístamente quieres abarcar mucho: algo siempre se escapa. La mala suerte llega cuando lo que te queda entre los brazos se transforma en humo, en arena, en líquido… y se escurre, desaparece o se cae al suelo. Entonces te quedas sin las raíces, sin el imán que te atraía a este paraíso.
Ahora se aproxima a toda velocidad otra etapa. No sé si habré madurado más o menos, evolucionado o involucionado, pero seguro sé que ahora tengo la oportunidad de ser alguien y de rodearme de otro tipo de gente cuyo círculo hasta ahora, no es que me estuviera vetado, sino que ni siquiera lo había contemplado nunca como una posibilidad. Tal vez de esta manera encuentre personas que sí me aporten lo que ansío. O me reencuentre con otros exiliados. Que los hay.
Y con todo, esto es como un testamento. Algo que me sirve para pellizcarme y saber que no estoy soñando. Es gracioso. No tengo a quien decirle adiós.