domingo, 30 de noviembre de 2008

¿Frío+cerebro? Uff...

Érase que se era, que aunque aún no era, tanto deseaba ser, que terminó siendo. Y por eso comienza aquí y ahora esta historia acerca de cosas que quizá nunca hayan sido o existido, pero que quién sabe a ciencia cierta si pudo, puede o podrá ser verdad que alguien las haya vivido. Porque si algo nos ha enseñado la fantasía… yo no logro recordarlo. Pero quién necesita de otra gente para inventarse cosas. ¡Rayos, eso no sería inventar nada!

Pues resulta que era un rey, que tenía vasijas, las metió en tres valijas y las envió por FedEx. No tendría mucha importancia de no ser por el hecho de que dentro de las vasijas había cositas brillantes, muy, pero que muy importantes. Y es por todos sabido que secretos nunca hay en ninguna parte, que todo se acaba sabiendo, así que, como es lógico, aquello terminó por saberse…

¿He dicho que empezaba una historia? Mentí. Es mentira, no empieza un carajo. Era la típica maniobra de jugar al despiste. Vamos, que haces como que vas a hacer, pero luego deshaces. La idea es simple. Quizás otro día.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Los tiempos que corren

Tratar de dar… No, tratar de dar, no. Dar. Eso es. Dar lo mejor de uno mismo, darlo todo en un momento determinado o durante un período de tiempo más largo o menos, cosa que para esto no importa… pues a veces no proporciona el resultado deseado, pensado o ansiado. Depende y mucho de las circunstancias, del egoísmo, del momento, de las personas. Depende de tantos factores que, para cuando uno se da cuenta de que lo que ha estado haciendo ha sido una dolorosa pérdida de tiempo, aún causa mayor daño.

Por eso lo más cómodo… lo más útil, sencillo y, a la larga, gratificante, es ser un desgraciado cabrón sin escrúpulos ni sentimientos.

¿Os habéis parado a pensar alguna vez que cada cosa que hacemos, pensamos o decimos repercute en al menos otra persona? ¿Qué a pesar de ser individuos únicos nuestras acciones son como el batir de las alas de las mariposas?

Cuando uno sabe cuáles son los sentimientos de otra persona hacia ti, deberíamos de tener siempre esto en cuenta y andar con pies de plomo. Medir nuestros actos, pues tendrán una gran repercusión. A veces no es culpa nuestra provocar afecto en otros, pero justo por esa razón no deberíamos de ocultar lo que pensamos, para bien o para mal. No ser claros en este punto es aún más doloroso que decir la verdad, pues la otra persona no sabe en qué creer y esa duda lo carcomerá.

En los tiempos que corren, tan individualistas, ya no queda casi nadie que tenga esto en cuenta. Todos son depredadores que ignoran lo que encuentran en su camino si no es su presa.

En los tiempos que corren, pensar en los demás no se lleva. Ser buena gente no se lleva. Ser sincero es algo impensable. Decirle a alguien lo que se piensa, libremente y sin acobardarse, es una utopía.

Por eso me siento perdido en una isla increíblemente remota y completamente virgen (la isla, joder, la isla). Ya no hay putos valores. Citando a Palacio Valdés en su final de “La aldea perdida”:

- ¡Decís que ahora comienza la civilización!... Pues bien: yo os digo..., ¡oídlo bien!... iYo os digo que ahora comienza la barbarie!

martes, 18 de noviembre de 2008

Perseguido

¡Sujetaos los pantalones con tirantes de colorines, que allá vamos!

Cuando recuperó el control de su mente y se dio cuenta que aquella oscuridad no era consecuencia de una pérdida de la visión, trató de ponerse en pie. Tenía la ropa completamente mojada y, por un momento, tembló de frío. Debía de llevar un buen rato entre aquel apestoso líquido. Varias patas menudas le recorrieron la espalda mientras recuperaba grotescamente la verticalidad. Aún le costó una segunda oportunidad, pues se sentía mareado y, sobre todo, muy confuso.

Si algo le puso alerta fueron las voces acercándose de algo semejante a una turba, por la manera de gritar y por lo que llegó a entender entre el griterío. Instintivamente, tras lograr ponerse de pie, lo primero que hizo fue alzar las manos como si fuera un zombie para intentar localizar posibles paredes. Era evidente que se encontraba en algún tipo de conducto o cueva, pues todo resonaba muy cerca de él. Tocar aquellas paredes le pareció la cosa más repulsiva y asquerosa de toda su extraña vida: era como meter las manos entre un montón de babas pegajosas. Incluso su imaginación se permitió el lujo de ponerles un color que variaba entre el amarillo y el verde, por lo que al final se sintió algo aliviado por la falta de luz.

Como no tenía nada claro qué era lo que estaba sucediendo, Dante escogió la huída como un método efectivo para la supervivencia. Necesitaba salir de allí, encontrar un sitio donde poder recuperarse definitivamente y aclarar la mente. Fuera donde fuese que hubiera aparecido, en absoluto tenía garantizada la conservación de su pellejo. Así pues, trazó en su mente un hipotético mapa gracias a la disposición de la pared y rezó a los dioses en lo que no creía para que el camino fuese recto durante al menos un buen trecho.

Empezó a correr como alma que lleva el diablo con el ruido de sus perseguidores casi encima, chapoteando en el agua y espantando a decenas de ratas que disfrutaban de la comodidad de su elemento.

Estaba teniendo una suerte tremenda, pues ya había recorrido una buena distancia sin obstáculos relevantes cuando, por instinto y porque sus pasos producían un eco mucho más cercano debido a la más que posible presencia de una pared transversal, su cerebro activó una señal que le hizo pensar en la conveniencia de un cambio de dirección. Muy bien no se llevaba Dante con su materia gris, porque toda esta información le llegó un poco a destiempo. Es más, la inercia y la tardanza del mensaje provocó que sus manos acudieran raudas hacia la nariz que acababa de reventarse contra la pared, mientras la sangre le recorría los dedos como cuando uno bebe cerveza compitiendo contra sus amigotes y se le cae por todas partes por querer ganar (el símil no es el mejor, pero a Dante le vino esa imagen a una cabeza que le daba vueltas, así que necesariamente ha de servir porque no hay otro más a mano). El desplome que le sobrevino tras el impacto fue de lo más normal, si consideramos las circunstancias, el golpe en sí y la gravedad de la famosa manzana del tal Newton.

Lo que realmente le preocupó en el momento en que volvía a recuperar la consciencia fue que la nariz continuaba sangrando… y tal vez también el hecho de que estaba siendo transportado en volandas y sin muchos miramientos por unas cuantas personas, que probablemente eran los famosos perseguidores.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Aparición

Oscuridad. Humedad. Frío. Y el sonido de cientos de pequeñas patas a su alrededor. Puag, es asqueroso, ya lo sé. Y típico, muy típico. Pero, ¿quién se puede resistir a una persecución a través de una asquerosa alcantarilla de esa de las pelis en las que luego aparece un bicharraco enorme, babeando y con unos dientes que ya quisiera Aragorn tener espadas la mitad de grandes para dar caña a los orcos de Sauron? Uhm, desde luego, esta cita creo que está un tanto fuera de lugar. Más que nada por eso de los derechos de autor y cosas de esas legales que te pueden jugar una mala pasada. Ahora ya sé que no, claro, pero cuando llegue a ser excesivamente famoso y alguna editorial importante publique estas cosillas que escribo ahora, pues se puede liar la gorda.

Ahora que lo pienso… esas editoriales seguramente vaya a ser de mi propiedad, ¿por qué me iba a buscar la ruina a mí mismo? ¿Afán de aventuras? En fin… ¿de qué estaba hablando? Ah, sí, Dante…

Pues eso, el tipo no recuerda exactamente qué hace ahí tirado entre el líquido que ni por asomo es agua. De hecho, es un pequeño precio a pagar por esos viajes temporales a voluntad, esa especie de… amnesia temporal. Sí, bueno, tampoco hay que preocuparse tanto. A medida que pasan las horas estando metido en el cuerpo y la mente del Dante de la época en la que aparezca, pues va recuperando poco a poco su memoria. Es algo extraño y muy confuso, ya lo sé, pero la idea fue tan improvisada que ahora no se me ocurre cómo remediarlo y por eso trato de crear aún más confusión, caos, anarquía cerebral… ya sabéis, ese tipo de cosas que nos garantizan las grandes ingestas de sustancias prohibidas y químicamente no probadas, solo empíricamente. Existirá esa palabra, ¿no?

En serio, la alcantarilla. Dejad de marearme ya de una vez. Así no hay quien coja carrera. Ni haga carrera. Ni que Dante corra. Porque, de verdad, el griterío “in crescendo” que se aproxima a toda velocidad cual efecto Doppler por la espalda de este pobre hombre y las frases que comienzan a ser inteligibles y que serían más que dignas del célebre manual de atroces torturas de Torquemada, no dejarían impasible ni al gran Chuck (la verdad es que deseaba evitar por todos los medios citar al gran Chuck, pero ha sido inevitable: ha sido para ofrecer una visión realmente exagerada de lo jodida que está la situación. Eso sí, nombrarlo una tercera vez en el mismo párrafo implicaría su aparición real en mi habitación, enfadado o como quiera que suela estar con su rostro congelado con la misma expresión, y más que dispuesto a darme una serie de golpes mortales. Esto hace que no escriba una vez más su nombre. No, no lo haré… Chuck). ¡PLAF! ¡PUMBA! ¡CRASH! ¡PLAS! ¡PUM! ¡Ay..!

Llegados a este estúpido y facilón punto, me veo obligado a sustituir a mi jodidamente estúpido predecesor al mando del cuerpo mental de Fray. Yo continuaré humildemente con su legado. Decir que, a pesar de que podría parecer que soy la misma persona que escribía antes… pues no creo que lo sea. Creo, digo.

¿Sabéis que ahora mismo ya no me apetece continuar? Es que se me está yendo el tema de las manos un poco y creo que necesito reposar y calmar un poco la actividad cerebral. Esto de que fluya y fluya… pues me hace perder el hilo principal con suma facilidad.

La próxima vez, juro que será la buena.