jueves, 26 de febrero de 2009

De mis viajes por Colombia.

 


Han sido treinta y nueve días. Este viaje ha sido el más largo en cuanto a duración y lugares visitados.

Mucha gente nueva he conocido y mucha gente conocida he vuelto a ver, todos ellos y ellas muy especiales, cada uno por las circunstancias de los encuentros y los lugares donde hemos coincidido. Siempre resulta muy, muy agradable ver caras amigas, encontrarte de nuevo con gente a la que no se ve a menudo y comprobar que, a pesar de todo, la complicidad, la amistad, la camaradería, sigue existiendo. De una forma u otra, siempre tendré un rinconcito aquí dentro donde se encuentra la bandera roja, azul y amarilla. Y, aunque diga que no me gusta el Vallenato, ja ja… de tanto escucharlo uno le encuentra algo. Aunque siga sin gustarme especialmente. Pero tiene algo.

Desde el fresco de la noche y la mañana en Bogotá, donde duramos más de lo que nos imaginábamos, pero que resultó una estancia increíble, hemos pasado al absurdo calor costeño de Santa Marta, para meternos en un carro y no salir de él hasta Valledupar en el Cesar, cuna del acordeón y de tantos autores vallenatos. El calor de esa ciudad es especial pues, a pesar de las altas temperaturas, la eterna brisa lo hace más soportable que en la costa. Así, día tras día, después de recorrer las largas rectas hacia La Guajira, tras dieciséis días y 3150 kilómetros en nuestro Chevrolet Aveo (menuda tralla le dimos, ja ja) terminamos lo que fuimos a hacer por el norte.

Tras nuestro paso por el calor, regresamos a Santa Marta para devolver el buga y subirnos al avión, rumbo de nuevo a la capital, donde, apenas pisamos tierra, tomamos una furgo para que nos llevasen a El Socorro, en el departamento de Santander. Unos paisajes increíbles, por cierto, todo en las alturas, desde los 2600 de Bogotá hasta los 1206 de ese encantador pueblecito. Pueblecito que tiene una enorme catedral en el centro que marca las horas, los minutos y casi los segundos a ritmo de atronadoras campanas (como uno tenga el sueño flojo, que no es el caso, lo tiene claro). Allí aguantamos unos pocos días, casi escasos para terminar el trabajo, pero que aprovechamos al máximo.

Y, después, otra vez la furgo para regresar a la capi. Un día y medio de informes, despedidas y un poco de relax después, me encuentro aquí, escribiendo este pequeño resumen, escuchando mi inseparable música atronadora, nervioso porque llegue la hora de pillar un taxi que nos lleve a recoger las maletas de la herramienta en la Escuela de Artillería y, de ahí, al aeropuerto, para tomar horas más tarde el vuelo que nos lleve de vuelta a ese otro mundo que, la mayor parte de las veces es tan cotidiano y, a veces, estando tan lejos y entretenido a miles de kilómetros de distancia, un gran olvidado. Claro, a menos que uno tenga anclas que le lleven a sentir morriña a causa del alejamiento. Esa gente que te ayuda en los momentos en los que te agobias, fuera de donde realmente perteneces.

En fin, dejo cosas por escribir, lo sé, pero tampoco quiero hacer este resumen tan extenso, pues dejaría de serlo. No obstante, no me olvido de lo que no he escrito.

Muchas gracias a todo el mundo por unos días inolvidables y entrañables. Espero volver por Colombia antes o después, lo que primero llegue, ja ja.


El Diablo.

domingo, 22 de febrero de 2009

El Diablo Colombiano

 




Hasta donde puedo leer, como decía antaño la gloriosa Mayra Gómez Kent en el "Un, Dos, Tres", diré que la semana que viene, es decir, el viernes 27, si no sucede algún percance, estaré de regreso en casa, donde no soy El Diablo, donde mis hobbies son las minis, la música y Terry Pratchett. Y las birras en la Köln, en compañía de quienes allí me soportan.

Pero, aunque dije que no podía leer más de la tarjetita, el caso es que en cuanto regrese me tienen preparada una pequeña sorpresa que, por supuesto, no me cabe duda, va a cambiar mi vida bastante, o muy mucho. Está aún por ver. Pero es posible que, al fin, acaben valorando mi puto trabajo. Je. Después de tres años, pues no está mal. Ver, veremos, dijo el ciego. Como el que me pienso pillar como la cosa sea óptima, cuanto menos. A ver quién se apunta.

Por cierto, la foto es en Bogotá, una de tantos y tan buenos recuerdos, a pesar de otros momentos agridulces (de todo tiene que haber). Sólo sé que para mí sí que fueron "chéveres",como el Carrefour en Colombia (¡jaja, qué cracks!)

En fin, imagino que cuando esté de vuelta se me vuelvan a seguir ocurriendo las mismas tonterías que me salen con ese clima que tenemos tan... a su puta bola.

Un saludo a todo el mundo. En especial a quienes no lean mi blog. Por caramondás.

martes, 3 de febrero de 2009

¡Oh, dios mío, han matado al Panzón! ¡Hijosdeputa...!

 
Posted by Picasa


Me voy de Bogotá hacia el Norte, hacia los costeños y su, ejem... vallenato.
Los 2600 metros y su sensación de ausencia de oxígeno quedarán eclipsados por el calor de La Guajira y El Cesar.

No obstante, después de 15 días, la verdad es que esa sensación de altura ya no se siente apenas, así que se comprende perfectamente por qué esta gente aguanta tan bien.

Me quedarán recuerdos geniales de este periplo entre cachacos, sin duda. Recuerdos que guardo para mí y que, en forma de foto, en algún lado colgaré.

Por lo demás, siendo el niño pequeño que soy... sólo espero que, cuando regrese a casa, mi Lobezno, mi cuadro psicópata, mi toro-diablo... lleguen sanos y salvos, con la menor cantidad de desperfectos, a casa. Porque forman todos parte de ese bonito recuerdo.

El Diablo Panzón.