Hace unos días creí que me podría poner a escribir un montón de cosas sobre otro montón de cosas en un tiempo récord porque me habían llegado, a la vez, cientos de decenas de miles y pico de ideas para hacerlo, pero se ve que no es lo mismo el volumen que ocupan las fantasías en tu cabeza que el espacio que ocupan luego en estado sólido, una vez que pulsas las teclas en la antigua máquina de escribir que, por cierto, o no tienen tinta las letras o se ha desenchufado el teclado (que ni siquiera es Usb, sino un obsoleto Ps2).
En estas ensoñaciones me encontraba yo cuando, por la gracia
de la mala suerte, la mala cabeza, que el casco me aprieta y no corre la sangre
como Heidi por el monte, o por una plancha de hielo (que también puede ser),
tuve el otro día un pequeño (y, a la vez, no tan pequeño) percance con la moto,
que terminó por arrancarme de cuajo la inocencia, la virginidad y, si cabe en
la frase, la puta sonrisa permanente (por dentro) de la cara.
A ver, ya me había caído unas cuantas veces. Es una tontería
que casi viene redactada en el carné de moto: “ha de caerse usted de vez en
cuando, para no perderle el respeto al aparato”. Hasta aquí todo normal, pero
resulta que no iba solo. Ahí es donde entra, como digo, la pérdida del humor,
pues nunca me había pasado que alguien se hiciera daño por mi culpa (y me
refiero sólo a físicamente, pues emocionalmente es otro cantar, más tipo balada
ñoña, si acaso). Esa parte aún me tiene dándole vueltas a la cabeza en plan
niña del Exorcista, porque no está el mundo del trabajo ahora como para joder
una rodilla y tener que pedir una baja (espero que corta para que signifique
que el daño no fue grande).
Antes tenía la pared de la habitación estucada (se entiende
que tiene más paredes, pero hay armarios que las tapan, y eso), pero ahora está
lisa de darme cabezazos en ella. Hay que reconocer que, si me quitase el casco
para hacerlo, lo mismo me hacía daño.
Esta, pues, es la razón por la que, a pesar de que me
había/habían convencido para añadir otra nueva entrada al blog, no me sale, no
soy capaz. Y eso que el tema era interesante, pues trataba de cómo creo que
está cambiando el panorama musical en Asturias, precisamente en un momento en
el que todo parece indicar que debería de ser peor.
Y es que, por lo que he parecido entender, quedan muy pocos sitios habilitados y con
licencias donde poder ofrecer a la gente música sin tener que preocuparse de
multas, cierres, vecinos intolerantes y demás zarandajas. Que no es poco lío,
habida cuenta de que tampoco hay dinero para poder pagar a los músicos y así
poder ofrecer eventos a los parroquianos, que tampoco tienen dinero para poder
ir después a ver todas las propuestas. Por todo eso, decía, parece que la
situación no pintaba (ni pinta) demasiado bien y, por supuesto, tampoco invita
al optimismo en un futuro inmediato.
Pero hete tú aquí que aún se tardará en quemar el último
cartucho, pues la gente inventa nuevas fórmulas y se adapta a los tiempos que
no corren, sino vuelan, con lo que la parte contratante y la contratada
terminan haciendo grandes esfuerzos para ofrecer algo en lo que realmente
creen.
Podría decirse también, tal vez, que ahora mismo resisten el
envite quienes están verdaderamente preparados, y de ahí había surgido la idea
inicial de esta entrada: hablar un poco de todos esos grupos y también de los
músicos que aportan su toque en forma de montones de colaboraciones y que están
saliendo adelante por su empeño y su buen hacer. No obstante, después de darle
un poco al sex…seso, creo que no sería justo mencionar a unos sí y a otros no,
puesto que tampoco he podido escucharlos absolutamente a todos y estoy seguro
de que me dejaría atrás a unos cuantos, sin querer.
Lo que es innegable es que, desde el pasado año, que me dio
por abrir un poco las orejas para escuchar con los oídos y darles a una
oportunidad a quienes no usan doble bombo, no me ha faltado semana en la que
alguien no me asombrase, sin importar el estilo, procedencia o grupo sanguíneo.
Una calidad mucho más elevada de la que pensaba y que me permite, al menos a
mí, saber con seguridad que no es posible aburrirse y, también, que la música
por estos lares no se detendrá. Porque estoy seguro de
que es imposible detener del todo a gente tan preparada.
De hecho, por medio de un estudio sofisticado, empírico, y
muy español, basado en tratar de desprestigiar los logros de quienes están
teniendo éxito, puedo constatar esa afirmación. Porque ésa es otra: no falta nunca
gente (entiendo que críticos de música) que intente hacer ver que un
espectáculo ha triunfado únicamente porque han acudido montones de amistades
del propio grupo en cuestión, o amistades de esos amigos… y ya. Pongo vuestras
manos en el fuego de que esto se ha escuchado después de espectáculos tan
impresionantes como el de la Extravaganzza de Blues & Decker (tenía que
nombrar esto porque aquí ya me resultó tan chocante que casi caigo de
espaldas).
¿La que comento también es una opinión tan válida como la mía? Sí, pero yo me baso en la gente absorta que vivimos ese momento, que ni siquiera sabíamos qué íbamos a ver y que nos encontramos con cuatro horas de un espectáculo que asombró a propios y extraños. Un espectáculo, de hecho (y tengo que decirlo, no queda otra), que si lo llega a firmar un grupo famoso y con colaboraciones de renombre, estaríamos hablando de acontecimiento nacional (o internacional) del año, y por el que miles de personas pagarían una jodida burrada de dinero para poder verlo.
¿La que comento también es una opinión tan válida como la mía? Sí, pero yo me baso en la gente absorta que vivimos ese momento, que ni siquiera sabíamos qué íbamos a ver y que nos encontramos con cuatro horas de un espectáculo que asombró a propios y extraños. Un espectáculo, de hecho (y tengo que decirlo, no queda otra), que si lo llega a firmar un grupo famoso y con colaboraciones de renombre, estaríamos hablando de acontecimiento nacional (o internacional) del año, y por el que miles de personas pagarían una jodida burrada de dinero para poder verlo.
En conclusión, algo está cambiando en Asturias, los artistas
están pudiendo sacar sus trabajos a la venta (bastantes grupos, de hecho, del
nivel de los Pilgrim Rose, Queen Bitch, los propios Blues & Decker, Nap the
Band, Lycosa Tarántula, MyStereo, Ernesto J. Espinoza, Tyfpe…) y están teniendo
una buena acogida por parte del público, indicación extra de que se están
haciendo las cosas bien, a pesar de que, como dije al principio, no corren los
mejores tiempos para poder conseguirlo. Tal vez sea esa, precisamente, la razón
de que esto suceda: la gente quiere evadirse, la gente quiere olvidarse del día
a día… y lo que no está dispuesta la gente es a perder su derecho a divertirse,
a disfrutar de la cultura.
Lo malo de todo el tema musical es que, a finales del año
pasado, hubo un montón de conciertos que coincidieron, con lo que no se
pudieron disfrutar todos, cosa que parece que, de momento, continúa sucediendo,
así que siguen siendo buenas noticias. ¿No?
Mientras tanto, yo soy sólo un mortal más, con sus historias,
y la que me ronda la cabeza es la torta con la moto, así que, Gema, no me queda
sino volver a pedirte disculpas por la putada de la rodilla. Espero que te
recuperes pronto y te quede bien.
Nos vemos… ¡en vivo y en directo!
Saludos, gente.