Decir tonterías es algo innato, espontáneo, sale casi sin pensarlo. De hecho, hay una cantidad horrible de gente que, directamente, no piensa… y no dice más que tonterías. Que conste que ni siquiera hay que mirar hacia la caspa política o a absurdos de la televisión para verlo, basta echar un ojo a nuestro alrededor y tenemos cientos de ejemplos, desde las nuevas generaciones hasta las antiguas.
Lo propio ahora sería hablar largo y tendido sobre la gente que dice tonterías “guays”, esos humoristas de toda la vida, efectivos y resultones, con quienes no paras de llorar de risa o gente nueva que salta al ruedo haciendo monólogos y movidas de esas que tanto se llevan ahora. Pero claro, para hablar de algo serio, conmigo, hay que pedir vez con mucha antelación. Uno tiene que mentalizarse y tal… y bah, no es plan. O hay unas cervezas a mano, o nada de nada. Y me estoy quitando, así que ya vemos por dónde van los tiros.
Que digo yo… que hacía bastante tiempo que no me pasaba por el blog. De hecho, va para año y pico (no tengo tanto conocimiento matemático para sumar tantos meses), será como 6 ó 15… no sé, sólo controlo (de números) que están en la parte de arriba en los portátiles, y en el lado derecho en los teclados convencionales. Ahora que lo pienso… no sé cómo he sabido distinguir lo de la derecha y arriba… ¿lo he dicho bien?
Como iba diciendo, en todo caso es un espacio de tiempo considerable para que haya habido muchos o pocos cambios, o bastantes, alguno, apenas, demasiados, ninguno… o algo. De entre todos ellos, si hubo varios, el más significativo, seguro que fue la intrusión masiva de toda la gente habida y por haber en el Caralibro, Feisbuk o como se le quiera llamar. El original es innombrable, pues seguro que algún tipo de copyright tiene. Eso, o que si lo pronuncias varias veces (insisto en que de números hoy ando errático) delante del espejo aparece alguna movida, como por ejemplo el inútil que diseñó esa mierda de logotipo cutre, que dudo que sea hasta logotipo. Que también me sorprende, porque hoy en día todo se distingue muy bien y muy rápido con un logo efectivo, llamativo, resultón… y van estos intrépidos y dibujan esa mierda con fondo lila, añil, o como carajo se llame ese puto color. Probablemente alguna tía sepa distinguirlo, pues tienen un registro inmenso, aunque yo prefiero pensar que no tienen ni idea, por eso se inventan nombres… o los copian de frutas y cosas así: color melón, color melón… ¡pero si son moteados! ¡Y por dentro tampoco es el mismo color! ¿A cuál se refieren?
Pues eso, que imaginaos que aparece el hábil diseñador del logo y te acaricia con papel de lija o te deja en la habitación mogollón de bolsas de la basura llenas de raspas de pescado de varios días… o que se quiere hacer fan tuyo. Por eso no hablo delante de los espejos, sólo pego alaridos de metal, que también invocan lo suyo, aunque sean cacofonías del más allá… o lo que yo creo que sea: golpes de los vecinos en las paredes, en el más acá.
En fin, que eso del “feis” está muy de moda, cosa que tendería a ser aburrido y carente de chicha o jugo (sólido y líquido, para que nadie se lleve las manos a la cabeza), pero es una movida tan resultona y divertida, que termina siendo un poco vicio. Una manera de socializar en red y de encontrar gente de la que hace siglos que no sabes nada. Que a lo mejor tampoco te importa gran cosa, pero que dices: “anda, qué curioso” y te pones al día. Al final siempre resulta agradable.
Al final no sé ni de qué carajo estaba hablando, qué raro… así que será mejor dejar el teclado este en paz un rato. Que, por cierto, es de los que tienen los números en la parte de arriba de las letras. No encima, encima, porque si no serían dos pisos de teclas, pero sí encima, al norte del “space” (o al sur si se pone al revés, aunque si se pone al revés lo mismo no se ven las teclas porque te molestaría la pantalla).
La cuestión es que ahora ya no hace tanto que no me paso por el blog.