Y me pregunto yo: ¿qué puede tener de bueno despertarse un buen día (“buen día” porque la expresión es así, no me la he inventado) y descubrir que, además de atado de pies y manos, te encuentras en la no menos cómoda postura de “a veinte uñas” (más largas, sucias, pintadas, mordidas... es lo de menos en este caso)? Yendo más allá (el que está atado no, que se supone que no puede, sólo nosotros mientras divagamos), imaginad, qué sé yo, que habéis perdido la noción del tiempo y no sabéis cuánto lleváis con los mismos calcetines (se da por hecho que, además, la memoria os está fallando) y no recordáis siquiera si habíais puesto los que tienen un pequeño agujerillo o los nuevos (demos por hecho, nuevamente que, si no son nuevos, suelen tener agujerillos por el uso: y esto es así, que nadie se lleve las manos a la cabeza) o de si los gayumbos puedan tener o no frenazo a estas alturas (ojo, hablamos de despertarse, estar atados… ahí te has desmayado en algún momento y cuando eso sucede no controla el cuerpo nadie).
Pues de esta guisa que, a priori, tampoco sería muy descabellado imaginar que apareciésemos una mañana de domingo tras llegar de juerga (vete tú a saber qué tipo de juerga pero, oye, yo no salgo, no sé si eso puede ocurrir o no… ni con cuánta frecuencia).
La cuestión principal es (porque no me dejáis siquiera empezar: venga a dar vueltas y vueltas e irse por los cerros de no sé dónde, bajarlos y recorrer senderos luminosos llenos de luces de neón y pierdo el hilo argumental. ¡Ya está bien, cojones!) que una situación como la que pretendía recordar en el párrafo anterior (porque sé yo que nadie se acuerda ya del pobre Dante) resulta un tanto empalagosa. Ya no tanto porque tengas los dedos pringosos de estar jugando a cosas de papás y mamás con los yogures de chocolate, miel y nata, sino porque no augura un futuro en extremo complaciente. Vamos, sólo de imaginarlo ya se me hace a arruga en la corbata que no tengo.
Pues bien, decíamos de aquella que Dante se encontraba de esa guisa tras haber aparecido en un tiempo sin sentido y haber sido apaleado una y otra vez por diferente peña. Que no era poca cosa, ya que si, para colmo, hablásemos de otros seres, la cosa se habría puesto más cuesta arriba. No es lo mismo que te den golpes unos humanos que un minotauro, una rata-ogro o un ent, por mencionar razas chungas de otros universos con copyright. No obstante, lo último que recuerdo, de allá por el 2008, es que unas “lascivas mujeres” lo tenían por completo acorralado en una sala, mazmorra o habitación, en una tenebrosa penumbra (que alguien me diga qué penumbra no es tenebrosa y/o siniestra) y que Dante pensaba que las cosas iba únicamente de mal en peor. Y, si no lo pensaba, ya tardaba, porque lleva año y medio salvándose de la quema y eso no puede seguir así. Además me lo dijo, hace unos meses: “hostia, tío, menos mal que te olvidaste de continuar, porque se estaba poniendo chungo. De hecho, desde que aparecí, no me has hecho más que putadas”.
Supongo que esas palabras ablandaron mi férreo corazón por un tiempo, pero como vuelvo a ser el mismo cabrón de siempre, pues cuando tenga algún rato libre y me aburra, pues le daré con todo lo que tengo (que, así a mano, es el móvil, una mesa, el portátil, figuritas, un hostal entero, un armario, una mochila con pinturitas… vamos, variado).
Resumiendo: se supone que esta entrada ya iba a servir para continuar la historia, pero pfff… otro día.
miércoles, 19 de mayo de 2010
lunes, 17 de mayo de 2010
Hazte fan
Decir tonterías es algo innato, espontáneo, sale casi sin pensarlo. De hecho, hay una cantidad horrible de gente que, directamente, no piensa… y no dice más que tonterías. Que conste que ni siquiera hay que mirar hacia la caspa política o a absurdos de la televisión para verlo, basta echar un ojo a nuestro alrededor y tenemos cientos de ejemplos, desde las nuevas generaciones hasta las antiguas.
Lo propio ahora sería hablar largo y tendido sobre la gente que dice tonterías “guays”, esos humoristas de toda la vida, efectivos y resultones, con quienes no paras de llorar de risa o gente nueva que salta al ruedo haciendo monólogos y movidas de esas que tanto se llevan ahora. Pero claro, para hablar de algo serio, conmigo, hay que pedir vez con mucha antelación. Uno tiene que mentalizarse y tal… y bah, no es plan. O hay unas cervezas a mano, o nada de nada. Y me estoy quitando, así que ya vemos por dónde van los tiros.
Que digo yo… que hacía bastante tiempo que no me pasaba por el blog. De hecho, va para año y pico (no tengo tanto conocimiento matemático para sumar tantos meses), será como 6 ó 15… no sé, sólo controlo (de números) que están en la parte de arriba en los portátiles, y en el lado derecho en los teclados convencionales. Ahora que lo pienso… no sé cómo he sabido distinguir lo de la derecha y arriba… ¿lo he dicho bien?
Como iba diciendo, en todo caso es un espacio de tiempo considerable para que haya habido muchos o pocos cambios, o bastantes, alguno, apenas, demasiados, ninguno… o algo. De entre todos ellos, si hubo varios, el más significativo, seguro que fue la intrusión masiva de toda la gente habida y por haber en el Caralibro, Feisbuk o como se le quiera llamar. El original es innombrable, pues seguro que algún tipo de copyright tiene. Eso, o que si lo pronuncias varias veces (insisto en que de números hoy ando errático) delante del espejo aparece alguna movida, como por ejemplo el inútil que diseñó esa mierda de logotipo cutre, que dudo que sea hasta logotipo. Que también me sorprende, porque hoy en día todo se distingue muy bien y muy rápido con un logo efectivo, llamativo, resultón… y van estos intrépidos y dibujan esa mierda con fondo lila, añil, o como carajo se llame ese puto color. Probablemente alguna tía sepa distinguirlo, pues tienen un registro inmenso, aunque yo prefiero pensar que no tienen ni idea, por eso se inventan nombres… o los copian de frutas y cosas así: color melón, color melón… ¡pero si son moteados! ¡Y por dentro tampoco es el mismo color! ¿A cuál se refieren?
Pues eso, que imaginaos que aparece el hábil diseñador del logo y te acaricia con papel de lija o te deja en la habitación mogollón de bolsas de la basura llenas de raspas de pescado de varios días… o que se quiere hacer fan tuyo. Por eso no hablo delante de los espejos, sólo pego alaridos de metal, que también invocan lo suyo, aunque sean cacofonías del más allá… o lo que yo creo que sea: golpes de los vecinos en las paredes, en el más acá.
En fin, que eso del “feis” está muy de moda, cosa que tendería a ser aburrido y carente de chicha o jugo (sólido y líquido, para que nadie se lleve las manos a la cabeza), pero es una movida tan resultona y divertida, que termina siendo un poco vicio. Una manera de socializar en red y de encontrar gente de la que hace siglos que no sabes nada. Que a lo mejor tampoco te importa gran cosa, pero que dices: “anda, qué curioso” y te pones al día. Al final siempre resulta agradable.
Al final no sé ni de qué carajo estaba hablando, qué raro… así que será mejor dejar el teclado este en paz un rato. Que, por cierto, es de los que tienen los números en la parte de arriba de las letras. No encima, encima, porque si no serían dos pisos de teclas, pero sí encima, al norte del “space” (o al sur si se pone al revés, aunque si se pone al revés lo mismo no se ven las teclas porque te molestaría la pantalla).
La cuestión es que ahora ya no hace tanto que no me paso por el blog.
Lo propio ahora sería hablar largo y tendido sobre la gente que dice tonterías “guays”, esos humoristas de toda la vida, efectivos y resultones, con quienes no paras de llorar de risa o gente nueva que salta al ruedo haciendo monólogos y movidas de esas que tanto se llevan ahora. Pero claro, para hablar de algo serio, conmigo, hay que pedir vez con mucha antelación. Uno tiene que mentalizarse y tal… y bah, no es plan. O hay unas cervezas a mano, o nada de nada. Y me estoy quitando, así que ya vemos por dónde van los tiros.
Que digo yo… que hacía bastante tiempo que no me pasaba por el blog. De hecho, va para año y pico (no tengo tanto conocimiento matemático para sumar tantos meses), será como 6 ó 15… no sé, sólo controlo (de números) que están en la parte de arriba en los portátiles, y en el lado derecho en los teclados convencionales. Ahora que lo pienso… no sé cómo he sabido distinguir lo de la derecha y arriba… ¿lo he dicho bien?
Como iba diciendo, en todo caso es un espacio de tiempo considerable para que haya habido muchos o pocos cambios, o bastantes, alguno, apenas, demasiados, ninguno… o algo. De entre todos ellos, si hubo varios, el más significativo, seguro que fue la intrusión masiva de toda la gente habida y por haber en el Caralibro, Feisbuk o como se le quiera llamar. El original es innombrable, pues seguro que algún tipo de copyright tiene. Eso, o que si lo pronuncias varias veces (insisto en que de números hoy ando errático) delante del espejo aparece alguna movida, como por ejemplo el inútil que diseñó esa mierda de logotipo cutre, que dudo que sea hasta logotipo. Que también me sorprende, porque hoy en día todo se distingue muy bien y muy rápido con un logo efectivo, llamativo, resultón… y van estos intrépidos y dibujan esa mierda con fondo lila, añil, o como carajo se llame ese puto color. Probablemente alguna tía sepa distinguirlo, pues tienen un registro inmenso, aunque yo prefiero pensar que no tienen ni idea, por eso se inventan nombres… o los copian de frutas y cosas así: color melón, color melón… ¡pero si son moteados! ¡Y por dentro tampoco es el mismo color! ¿A cuál se refieren?
Pues eso, que imaginaos que aparece el hábil diseñador del logo y te acaricia con papel de lija o te deja en la habitación mogollón de bolsas de la basura llenas de raspas de pescado de varios días… o que se quiere hacer fan tuyo. Por eso no hablo delante de los espejos, sólo pego alaridos de metal, que también invocan lo suyo, aunque sean cacofonías del más allá… o lo que yo creo que sea: golpes de los vecinos en las paredes, en el más acá.
En fin, que eso del “feis” está muy de moda, cosa que tendería a ser aburrido y carente de chicha o jugo (sólido y líquido, para que nadie se lleve las manos a la cabeza), pero es una movida tan resultona y divertida, que termina siendo un poco vicio. Una manera de socializar en red y de encontrar gente de la que hace siglos que no sabes nada. Que a lo mejor tampoco te importa gran cosa, pero que dices: “anda, qué curioso” y te pones al día. Al final siempre resulta agradable.
Al final no sé ni de qué carajo estaba hablando, qué raro… así que será mejor dejar el teclado este en paz un rato. Que, por cierto, es de los que tienen los números en la parte de arriba de las letras. No encima, encima, porque si no serían dos pisos de teclas, pero sí encima, al norte del “space” (o al sur si se pone al revés, aunque si se pone al revés lo mismo no se ven las teclas porque te molestaría la pantalla).
La cuestión es que ahora ya no hace tanto que no me paso por el blog.
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