Joder, cuánto tiempo desde la última vez que me pasé por estos lares. De aquella tenía yo aún carencia de vello en el cuerpo fortachón que me caracteriza (Cartman es un sabio). Vamos, que era joven. O sea, que pasó mucho tiempo. Era una manera de hablar, una exageración, si me acorraláis.
Ahora mismo la cosa marcha bastante bien (o mal, según se mire), sobre todo porque ya parece que no se me va tanto la cabeza-de-pensar para las cosas generales de la vida (como por ejemplo, comprar el pan o minis de rol, pilotar naves o empuñar hachas mágicas +2). Todo esto lo prueba, evidentemente.
De trabajo bien, gracias. Después de tres años me han hecho un contrato indefinido (sin definir, qué graciosa es la palabreja), con lo cual, hace un mes el banco me auguraba dolencias anales y ahora desean sacarme brillo a la otra cabeza de pensar. Lo normal en esta vida...
De gente, pues bien, son nuevas etapas por las que uno pasa. De hacer unas cosas raras y no tener nadie con quien poder contar muy a menudo... ahora, de repente, todo me va sustancialmente mejor.
Lo que sí es seguro es que ahora mismo nos pasamos el día viajando para todas partes, con el tema del currele. Así que lo más frecuente es que no pare mucho por internet, por Gijón... o por donde sea.
Y no sé qué más... la verdad es que ando un poco espesín, así que daré por terminada la entrada. Sí, mejor, antes de que me encuentren los necrófagos y quieran apresarme para que alguna vampiresa de esas me quiera hacer un beso negro. O darme el beso de la noche, o no sé qué. Bueno, una cochinada, fijo. Para convertirme en vampiro a mí también. O ser el esclavo sexual. A saber.
domingo, 19 de abril de 2009
jueves, 26 de febrero de 2009
De mis viajes por Colombia.
Han sido treinta y nueve días. Este viaje ha sido el más largo en cuanto a duración y lugares visitados.
Mucha gente nueva he conocido y mucha gente conocida he vuelto a ver, todos ellos y ellas muy especiales, cada uno por las circunstancias de los encuentros y los lugares donde hemos coincidido. Siempre resulta muy, muy agradable ver caras amigas, encontrarte de nuevo con gente a la que no se ve a menudo y comprobar que, a pesar de todo, la complicidad, la amistad, la camaradería, sigue existiendo. De una forma u otra, siempre tendré un rinconcito aquí dentro donde se encuentra la bandera roja, azul y amarilla. Y, aunque diga que no me gusta el Vallenato, ja ja… de tanto escucharlo uno le encuentra algo. Aunque siga sin gustarme especialmente. Pero tiene algo.
Desde el fresco de la noche y la mañana en Bogotá, donde duramos más de lo que nos imaginábamos, pero que resultó una estancia increíble, hemos pasado al absurdo calor costeño de Santa Marta, para meternos en un carro y no salir de él hasta Valledupar en el Cesar, cuna del acordeón y de tantos autores vallenatos. El calor de esa ciudad es especial pues, a pesar de las altas temperaturas, la eterna brisa lo hace más soportable que en la costa. Así, día tras día, después de recorrer las largas rectas hacia La Guajira, tras dieciséis días y 3150 kilómetros en nuestro Chevrolet Aveo (menuda tralla le dimos, ja ja) terminamos lo que fuimos a hacer por el norte.
Tras nuestro paso por el calor, regresamos a Santa Marta para devolver el buga y subirnos al avión, rumbo de nuevo a la capital, donde, apenas pisamos tierra, tomamos una furgo para que nos llevasen a El Socorro, en el departamento de Santander. Unos paisajes increíbles, por cierto, todo en las alturas, desde los 2600 de Bogotá hasta los 1206 de ese encantador pueblecito. Pueblecito que tiene una enorme catedral en el centro que marca las horas, los minutos y casi los segundos a ritmo de atronadoras campanas (como uno tenga el sueño flojo, que no es el caso, lo tiene claro). Allí aguantamos unos pocos días, casi escasos para terminar el trabajo, pero que aprovechamos al máximo.
Y, después, otra vez la furgo para regresar a la capi. Un día y medio de informes, despedidas y un poco de relax después, me encuentro aquí, escribiendo este pequeño resumen, escuchando mi inseparable música atronadora, nervioso porque llegue la hora de pillar un taxi que nos lleve a recoger las maletas de la herramienta en la Escuela de Artillería y, de ahí, al aeropuerto, para tomar horas más tarde el vuelo que nos lleve de vuelta a ese otro mundo que, la mayor parte de las veces es tan cotidiano y, a veces, estando tan lejos y entretenido a miles de kilómetros de distancia, un gran olvidado. Claro, a menos que uno tenga anclas que le lleven a sentir morriña a causa del alejamiento. Esa gente que te ayuda en los momentos en los que te agobias, fuera de donde realmente perteneces.
En fin, dejo cosas por escribir, lo sé, pero tampoco quiero hacer este resumen tan extenso, pues dejaría de serlo. No obstante, no me olvido de lo que no he escrito.
Muchas gracias a todo el mundo por unos días inolvidables y entrañables. Espero volver por Colombia antes o después, lo que primero llegue, ja ja.
El Diablo.
domingo, 22 de febrero de 2009
El Diablo Colombiano
Hasta donde puedo leer, como decía antaño la gloriosa Mayra Gómez Kent en el "Un, Dos, Tres", diré que la semana que viene, es decir, el viernes 27, si no sucede algún percance, estaré de regreso en casa, donde no soy El Diablo, donde mis hobbies son las minis, la música y Terry Pratchett. Y las birras en la Köln, en compañía de quienes allí me soportan.
Pero, aunque dije que no podía leer más de la tarjetita, el caso es que en cuanto regrese me tienen preparada una pequeña sorpresa que, por supuesto, no me cabe duda, va a cambiar mi vida bastante, o muy mucho. Está aún por ver. Pero es posible que, al fin, acaben valorando mi puto trabajo. Je. Después de tres años, pues no está mal. Ver, veremos, dijo el ciego. Como el que me pienso pillar como la cosa sea óptima, cuanto menos. A ver quién se apunta.
Por cierto, la foto es en Bogotá, una de tantos y tan buenos recuerdos, a pesar de otros momentos agridulces (de todo tiene que haber). Sólo sé que para mí sí que fueron "chéveres",como el Carrefour en Colombia (¡jaja, qué cracks!)
En fin, imagino que cuando esté de vuelta se me vuelvan a seguir ocurriendo las mismas tonterías que me salen con ese clima que tenemos tan... a su puta bola.
Un saludo a todo el mundo. En especial a quienes no lean mi blog. Por caramondás.
martes, 3 de febrero de 2009
¡Oh, dios mío, han matado al Panzón! ¡Hijosdeputa...!
Me voy de Bogotá hacia el Norte, hacia los costeños y su, ejem... vallenato.
Los 2600 metros y su sensación de ausencia de oxígeno quedarán eclipsados por el calor de La Guajira y El Cesar.
No obstante, después de 15 días, la verdad es que esa sensación de altura ya no se siente apenas, así que se comprende perfectamente por qué esta gente aguanta tan bien.
Me quedarán recuerdos geniales de este periplo entre cachacos, sin duda. Recuerdos que guardo para mí y que, en forma de foto, en algún lado colgaré.
Por lo demás, siendo el niño pequeño que soy... sólo espero que, cuando regrese a casa, mi Lobezno, mi cuadro psicópata, mi toro-diablo... lleguen sanos y salvos, con la menor cantidad de desperfectos, a casa. Porque forman todos parte de ese bonito recuerdo.
El Diablo Panzón.
viernes, 23 de enero de 2009
Incursión colombiana
Bueeeno, bueno. No pensaba yo que fuera a tener conexión prácticamente cuando me saliera del tobillo, pero aquí estamos. Y ya que estamos, valga la redundancia, pues aprovecho el blog donde se me va un poco la pinzuca para echar unos comentarios sobre el viaje.
Bogotá mola. Hala. Ya.
Na, se suponía que no íbamos a estar por aquí más de un día, pero se lió un poco la cosa y al final tocó quedarse y disfrutar del famoso "2600 metros más cerca de las estrellas". Eso de momento, claro. Pero vamos, que los pronósticos son que vamos a terminar cogiendo acento colombiano, porque nos vamos a tirar aquí la tira de tiempo. Una lástima eso de no poder probar la sidra en más de un mes...
Por lo demás, pues pocas novedades. Como me prometí a mí mismo (aunque no estoy muy seguro de esto), me lo estoy tomando con mucha tranquilidad, nada de comedias y esas movidas. Desde luego, tengo que revisar los términos de este "contrato", porque es complicadillo resistir la tentación, pero vamos, cosas más difíciles me he propuesto, como por ejemplo adelgazar (eso de que todo el mundo te diga: "Diablo, está usted panzón", pues le hiere a uno el orgullo, como mínimo.
Y, bueno, de momento lo dejo aquí, como casi todas mis entradas, que se quedan a la mitad como mínimo, ji ji ji...
Tal vez más adelante me aventure a colgar alguna foto que haga por ahí.
Hasta entonces, pues no sé... el correo lo sigo teniendo operativo (cómo las dejo, eh?)
Saludetes, gente.
Bogotá mola. Hala. Ya.
Na, se suponía que no íbamos a estar por aquí más de un día, pero se lió un poco la cosa y al final tocó quedarse y disfrutar del famoso "2600 metros más cerca de las estrellas". Eso de momento, claro. Pero vamos, que los pronósticos son que vamos a terminar cogiendo acento colombiano, porque nos vamos a tirar aquí la tira de tiempo. Una lástima eso de no poder probar la sidra en más de un mes...
Por lo demás, pues pocas novedades. Como me prometí a mí mismo (aunque no estoy muy seguro de esto), me lo estoy tomando con mucha tranquilidad, nada de comedias y esas movidas. Desde luego, tengo que revisar los términos de este "contrato", porque es complicadillo resistir la tentación, pero vamos, cosas más difíciles me he propuesto, como por ejemplo adelgazar (eso de que todo el mundo te diga: "Diablo, está usted panzón", pues le hiere a uno el orgullo, como mínimo.
Y, bueno, de momento lo dejo aquí, como casi todas mis entradas, que se quedan a la mitad como mínimo, ji ji ji...
Tal vez más adelante me aventure a colgar alguna foto que haga por ahí.
Hasta entonces, pues no sé... el correo lo sigo teniendo operativo (cómo las dejo, eh?)
Saludetes, gente.
sábado, 17 de enero de 2009
Humo
Mes arriba, mes abajo... año arriba, año abajo... la diferencia no existe, pues siempre es lo mismo. Es esa extraña sensación que da lugar a equívocos, que consiste en marcharse de un lugar pensando que estás en paz con todo el mundo, que ya te has despedido de todos y todo funciona correctamente... o que, por otra parte, no tienes nadie de quien despedirte, con lo que lo único que te sigues llevando una y otra vez es una dura sensación de vacío.
Saber, además que, estés fuera un mes, dos, cinco o incluso un año, tendrás las mismas noticias y los mismos contactos que si estuvieras en casa, o sea, los mínimamente mínimos.
Para alguien que piensa que no hay nada más interesante que estar rodeado de gente con quienes, en general, compartir experiencias, esto es el mayor castigo.
Por eso en las fotos siempre salgo sólo yo.
Por eso ya ni siquiera me extraña que mi grupo de amigos se reduzca a una poca gente de entre 50 y 60 años. Gran logro, toda una hazaña. Y lo gracioso es que doy fe de que lo intento, puesto que no soy un jodido ermitaño.
Saber, además que, estés fuera un mes, dos, cinco o incluso un año, tendrás las mismas noticias y los mismos contactos que si estuvieras en casa, o sea, los mínimamente mínimos.
Para alguien que piensa que no hay nada más interesante que estar rodeado de gente con quienes, en general, compartir experiencias, esto es el mayor castigo.
Por eso en las fotos siempre salgo sólo yo.
Por eso ya ni siquiera me extraña que mi grupo de amigos se reduzca a una poca gente de entre 50 y 60 años. Gran logro, toda una hazaña. Y lo gracioso es que doy fe de que lo intento, puesto que no soy un jodido ermitaño.
viernes, 2 de enero de 2009
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