Oscuridad. Humedad. Frío. Y el sonido de cientos de pequeñas patas a su alrededor. Puag, es asqueroso, ya lo sé. Y típico, muy típico. Pero, ¿quién se puede resistir a una persecución a través de una asquerosa alcantarilla de esa de las pelis en las que luego aparece un bicharraco enorme, babeando y con unos dientes que ya quisiera Aragorn tener espadas la mitad de grandes para dar caña a los orcos de Sauron? Uhm, desde luego, esta cita creo que está un tanto fuera de lugar. Más que nada por eso de los derechos de autor y cosas de esas legales que te pueden jugar una mala pasada. Ahora ya sé que no, claro, pero cuando llegue a ser excesivamente famoso y alguna editorial importante publique estas cosillas que escribo ahora, pues se puede liar la gorda.
Ahora que lo pienso… esas editoriales seguramente vaya a ser de mi propiedad, ¿por qué me iba a buscar la ruina a mí mismo? ¿Afán de aventuras? En fin… ¿de qué estaba hablando? Ah, sí, Dante…
Pues eso, el tipo no recuerda exactamente qué hace ahí tirado entre el líquido que ni por asomo es agua. De hecho, es un pequeño precio a pagar por esos viajes temporales a voluntad, esa especie de… amnesia temporal. Sí, bueno, tampoco hay que preocuparse tanto. A medida que pasan las horas estando metido en el cuerpo y la mente del Dante de la época en la que aparezca, pues va recuperando poco a poco su memoria. Es algo extraño y muy confuso, ya lo sé, pero la idea fue tan improvisada que ahora no se me ocurre cómo remediarlo y por eso trato de crear aún más confusión, caos, anarquía cerebral… ya sabéis, ese tipo de cosas que nos garantizan las grandes ingestas de sustancias prohibidas y químicamente no probadas, solo empíricamente. Existirá esa palabra, ¿no?
En serio, la alcantarilla. Dejad de marearme ya de una vez. Así no hay quien coja carrera. Ni haga carrera. Ni que Dante corra. Porque, de verdad, el griterío “in crescendo” que se aproxima a toda velocidad cual efecto Doppler por la espalda de este pobre hombre y las frases que comienzan a ser inteligibles y que serían más que dignas del célebre manual de atroces torturas de Torquemada, no dejarían impasible ni al gran Chuck (la verdad es que deseaba evitar por todos los medios citar al gran Chuck, pero ha sido inevitable: ha sido para ofrecer una visión realmente exagerada de lo jodida que está la situación. Eso sí, nombrarlo una tercera vez en el mismo párrafo implicaría su aparición real en mi habitación, enfadado o como quiera que suela estar con su rostro congelado con la misma expresión, y más que dispuesto a darme una serie de golpes mortales. Esto hace que no escriba una vez más su nombre. No, no lo haré… Chuck). ¡PLAF! ¡PUMBA! ¡CRASH! ¡PLAS! ¡PUM! ¡Ay..!
Llegados a este estúpido y facilón punto, me veo obligado a sustituir a mi jodidamente estúpido predecesor al mando del cuerpo mental de Fray. Yo continuaré humildemente con su legado. Decir que, a pesar de que podría parecer que soy la misma persona que escribía antes… pues no creo que lo sea. Creo, digo.
¿Sabéis que ahora mismo ya no me apetece continuar? Es que se me está yendo el tema de las manos un poco y creo que necesito reposar y calmar un poco la actividad cerebral. Esto de que fluya y fluya… pues me hace perder el hilo principal con suma facilidad.
La próxima vez, juro que será la buena.