Joder, cuánto tiempo desde la última vez que me pasé por estos lares. De aquella tenía yo aún carencia de vello en el cuerpo fortachón que me caracteriza (Cartman es un sabio). Vamos, que era joven. O sea, que pasó mucho tiempo. Era una manera de hablar, una exageración, si me acorraláis.
Ahora mismo la cosa marcha bastante bien (o mal, según se mire), sobre todo porque ya parece que no se me va tanto la cabeza-de-pensar para las cosas generales de la vida (como por ejemplo, comprar el pan o minis de rol, pilotar naves o empuñar hachas mágicas +2). Todo esto lo prueba, evidentemente.
De trabajo bien, gracias. Después de tres años me han hecho un contrato indefinido (sin definir, qué graciosa es la palabreja), con lo cual, hace un mes el banco me auguraba dolencias anales y ahora desean sacarme brillo a la otra cabeza de pensar. Lo normal en esta vida...
De gente, pues bien, son nuevas etapas por las que uno pasa. De hacer unas cosas raras y no tener nadie con quien poder contar muy a menudo... ahora, de repente, todo me va sustancialmente mejor.
Lo que sí es seguro es que ahora mismo nos pasamos el día viajando para todas partes, con el tema del currele. Así que lo más frecuente es que no pare mucho por internet, por Gijón... o por donde sea.
Y no sé qué más... la verdad es que ando un poco espesín, así que daré por terminada la entrada. Sí, mejor, antes de que me encuentren los necrófagos y quieran apresarme para que alguna vampiresa de esas me quiera hacer un beso negro. O darme el beso de la noche, o no sé qué. Bueno, una cochinada, fijo. Para convertirme en vampiro a mí también. O ser el esclavo sexual. A saber.