viernes, 18 de enero de 2013

Algo está cambiando


Hace unos días creí que me podría poner a escribir un montón de cosas sobre otro montón de cosas en un tiempo récord porque me habían llegado, a la vez, cientos de decenas de miles y pico de ideas para hacerlo, pero se ve que no es lo mismo el volumen que ocupan las fantasías en tu cabeza que el espacio que ocupan luego en estado sólido, una vez que pulsas las teclas en la antigua máquina de escribir que, por cierto, o no tienen tinta las letras o se ha desenchufado el teclado (que ni siquiera es Usb, sino un obsoleto Ps2).

En estas ensoñaciones me encontraba yo cuando, por la gracia de la mala suerte, la mala cabeza, que el casco me aprieta y no corre la sangre como Heidi por el monte, o por una plancha de hielo (que también puede ser), tuve el otro día un pequeño (y, a la vez, no tan pequeño) percance con la moto, que terminó por arrancarme de cuajo la inocencia, la virginidad y, si cabe en la frase, la puta sonrisa permanente (por dentro) de la cara.

A ver, ya me había caído unas cuantas veces. Es una tontería que casi viene redactada en el carné de moto: “ha de caerse usted de vez en cuando, para no perderle el respeto al aparato”. Hasta aquí todo normal, pero resulta que no iba solo. Ahí es donde entra, como digo, la pérdida del humor, pues nunca me había pasado que alguien se hiciera daño por mi culpa (y me refiero sólo a físicamente, pues emocionalmente es otro cantar, más tipo balada ñoña, si acaso). Esa parte aún me tiene dándole vueltas a la cabeza en plan niña del Exorcista, porque no está el mundo del trabajo ahora como para joder una rodilla y tener que pedir una baja (espero que corta para que signifique que el daño no fue grande).

Antes tenía la pared de la habitación estucada (se entiende que tiene más paredes, pero hay armarios que las tapan, y eso), pero ahora está lisa de darme cabezazos en ella. Hay que reconocer que, si me quitase el casco para hacerlo, lo mismo me hacía daño.

Esta, pues, es la razón por la que, a pesar de que me había/habían convencido para añadir otra nueva entrada al blog, no me sale, no soy capaz. Y eso que el tema era interesante, pues trataba de cómo creo que está cambiando el panorama musical en Asturias, precisamente en un momento en el que todo parece indicar que debería de ser peor.

Y es que, por lo que he parecido entender,  quedan muy pocos sitios habilitados y con licencias donde poder ofrecer a la gente música sin tener que preocuparse de multas, cierres, vecinos intolerantes y demás zarandajas. Que no es poco lío, habida cuenta de que tampoco hay dinero para poder pagar a los músicos y así poder ofrecer eventos a los parroquianos, que tampoco tienen dinero para poder ir después a ver todas las propuestas. Por todo eso, decía, parece que la situación no pintaba (ni pinta) demasiado bien y, por supuesto, tampoco invita al optimismo en un futuro inmediato.

Pero hete tú aquí que aún se tardará en quemar el último cartucho, pues la gente inventa nuevas fórmulas y se adapta a los tiempos que no corren, sino vuelan, con lo que la parte contratante y la contratada terminan haciendo grandes esfuerzos para ofrecer algo en lo que realmente creen.

Podría decirse también, tal vez, que ahora mismo resisten el envite quienes están verdaderamente preparados, y de ahí había surgido la idea inicial de esta entrada: hablar un poco de todos esos grupos y también de los músicos que aportan su toque en forma de montones de colaboraciones y que están saliendo adelante por su empeño y su buen hacer. No obstante, después de darle un poco al sex…seso, creo que no sería justo mencionar a unos sí y a otros no, puesto que tampoco he podido escucharlos absolutamente a todos y estoy seguro de que me dejaría atrás a unos cuantos, sin querer.

Lo que es innegable es que, desde el pasado año, que me dio por abrir un poco las orejas para escuchar con los oídos y darles a una oportunidad a quienes no usan doble bombo, no me ha faltado semana en la que alguien no me asombrase, sin importar el estilo, procedencia o grupo sanguíneo. Una calidad mucho más elevada de la que pensaba y que me permite, al menos a mí, saber con seguridad que no es posible aburrirse y, también, que la música por estos lares no se detendrá. Porque estoy seguro de que es imposible detener del todo a gente tan preparada.

De hecho, por medio de un estudio sofisticado, empírico, y muy español, basado en tratar de desprestigiar los logros de quienes están teniendo éxito, puedo constatar esa afirmación. Porque ésa es otra: no falta nunca gente (entiendo que críticos de música) que intente hacer ver que un espectáculo ha triunfado únicamente porque han acudido montones de amistades del propio grupo en cuestión, o amistades de esos amigos… y ya. Pongo vuestras manos en el fuego de que esto se ha escuchado después de espectáculos tan impresionantes como el de la Extravaganzza de Blues & Decker (tenía que nombrar esto porque aquí ya me resultó tan chocante que casi caigo de espaldas). 

¿La que comento también es una opinión tan válida como la mía? Sí, pero yo me baso en la gente absorta que vivimos ese momento, que ni siquiera sabíamos qué íbamos a ver y que nos encontramos con cuatro horas de un espectáculo que asombró a propios y extraños. Un espectáculo, de hecho (y tengo que decirlo, no queda otra), que si lo llega a firmar un grupo famoso y con colaboraciones de renombre, estaríamos hablando de acontecimiento nacional (o internacional) del año, y por el que miles de personas pagarían una jodida burrada de dinero para poder verlo.

En conclusión, algo está cambiando en Asturias, los artistas están pudiendo sacar sus trabajos a la venta (bastantes grupos, de hecho, del nivel de los Pilgrim Rose, Queen Bitch, los propios Blues & Decker, Nap the Band, Lycosa Tarántula, MyStereo, Ernesto J. Espinoza, Tyfpe…) y están teniendo una buena acogida por parte del público, indicación extra de que se están haciendo las cosas bien, a pesar de que, como dije al principio, no corren los mejores tiempos para poder conseguirlo. Tal vez sea esa, precisamente, la razón de que esto suceda: la gente quiere evadirse, la gente quiere olvidarse del día a día… y lo que no está dispuesta la gente es a perder su derecho a divertirse, a disfrutar de la cultura.

Lo malo de todo el tema musical es que, a finales del año pasado, hubo un montón de conciertos que coincidieron, con lo que no se pudieron disfrutar todos, cosa que parece que, de momento, continúa sucediendo, así que siguen siendo buenas noticias. ¿No?

Mientras tanto, yo soy sólo un mortal más, con sus historias, y la que me ronda la cabeza es la torta con la moto, así que, Gema, no me queda sino volver a pedirte disculpas por la putada de la rodilla. Espero que te recuperes pronto y te quede bien.

Nos vemos… ¡en vivo y en directo!

Saludos, gente.