sábado, 22 de noviembre de 2008

Los tiempos que corren

Tratar de dar… No, tratar de dar, no. Dar. Eso es. Dar lo mejor de uno mismo, darlo todo en un momento determinado o durante un período de tiempo más largo o menos, cosa que para esto no importa… pues a veces no proporciona el resultado deseado, pensado o ansiado. Depende y mucho de las circunstancias, del egoísmo, del momento, de las personas. Depende de tantos factores que, para cuando uno se da cuenta de que lo que ha estado haciendo ha sido una dolorosa pérdida de tiempo, aún causa mayor daño.

Por eso lo más cómodo… lo más útil, sencillo y, a la larga, gratificante, es ser un desgraciado cabrón sin escrúpulos ni sentimientos.

¿Os habéis parado a pensar alguna vez que cada cosa que hacemos, pensamos o decimos repercute en al menos otra persona? ¿Qué a pesar de ser individuos únicos nuestras acciones son como el batir de las alas de las mariposas?

Cuando uno sabe cuáles son los sentimientos de otra persona hacia ti, deberíamos de tener siempre esto en cuenta y andar con pies de plomo. Medir nuestros actos, pues tendrán una gran repercusión. A veces no es culpa nuestra provocar afecto en otros, pero justo por esa razón no deberíamos de ocultar lo que pensamos, para bien o para mal. No ser claros en este punto es aún más doloroso que decir la verdad, pues la otra persona no sabe en qué creer y esa duda lo carcomerá.

En los tiempos que corren, tan individualistas, ya no queda casi nadie que tenga esto en cuenta. Todos son depredadores que ignoran lo que encuentran en su camino si no es su presa.

En los tiempos que corren, pensar en los demás no se lleva. Ser buena gente no se lleva. Ser sincero es algo impensable. Decirle a alguien lo que se piensa, libremente y sin acobardarse, es una utopía.

Por eso me siento perdido en una isla increíblemente remota y completamente virgen (la isla, joder, la isla). Ya no hay putos valores. Citando a Palacio Valdés en su final de “La aldea perdida”:

- ¡Decís que ahora comienza la civilización!... Pues bien: yo os digo..., ¡oídlo bien!... iYo os digo que ahora comienza la barbarie!